me he entristecido.
te pido que calmes la noche con un adiós sencillo y sin más alardes que una mano en movimiento, al aire. a veces, cuando te pienso, recuerdo lo que imaginamos que sería sabiendo que nunca sería, y extraño lo que sería, lo que no fue ni podría nunca ser.
mírame pero no mires esta vez lo que acordamos mirar. desobedece ese acuerdo final y mira más adentro. no importa que mañana te vayas. no importa que después de tantos sueños hayamos decidido enfriar los sentidos y palpar sólo las pieles. sabes -sabemos- que más allá de las pieles hay sangre y vísceras y latidos, venas y arterias y luces, corazones, emociones, que, negados, subsisten en una oscuridad obligada.
sabes -sabemos- que los plazos largos se cumplen y que las despedidas falsas terminan por materializarse.
me dices, con voz lejana y tapizada de intermitencia, que te vas sin más plazos. que no volveremos a vernos. que el mundo es muy grande y el viento muy fuerte, que te arrastra y te encamina. que las lágrimas no saldrán, disfrazando en una alegría sónica la nostalgia del desierto. cubriendo de indiferencia la tristeza que sientes -sentimos- por rellenar de distancia el hueco que de caricias invisibles está repleto.
no te engañes. no hay vacío. no hay distancia. no hay olvido.
di adiós solamente, así de simple, con una mano al aire. no finjas alegría ni hables de deseo contenido cuando lo único que contienen tus ojos es amor líquido, es llanto de tristeza. tristeza de dejarme, tristeza de olvidarme.
yo no soy tan presuntuosa. yo voy a llorar a ratos, con gotitas pequeñas que apenas alcanzarán a llegar a mis labios, porque lloraré por dentro mientras te diga que te quiero y que te extrañaré y que te deseo una vida feliz, con una mano al aire, diciéndote adiós. ahora sí, para siempre.
te pido que calmes la noche con un adiós sencillo y sin más alardes que una mano en movimiento, al aire. a veces, cuando te pienso, recuerdo lo que imaginamos que sería sabiendo que nunca sería, y extraño lo que sería, lo que no fue ni podría nunca ser.
mírame pero no mires esta vez lo que acordamos mirar. desobedece ese acuerdo final y mira más adentro. no importa que mañana te vayas. no importa que después de tantos sueños hayamos decidido enfriar los sentidos y palpar sólo las pieles. sabes -sabemos- que más allá de las pieles hay sangre y vísceras y latidos, venas y arterias y luces, corazones, emociones, que, negados, subsisten en una oscuridad obligada.
sabes -sabemos- que los plazos largos se cumplen y que las despedidas falsas terminan por materializarse.
me dices, con voz lejana y tapizada de intermitencia, que te vas sin más plazos. que no volveremos a vernos. que el mundo es muy grande y el viento muy fuerte, que te arrastra y te encamina. que las lágrimas no saldrán, disfrazando en una alegría sónica la nostalgia del desierto. cubriendo de indiferencia la tristeza que sientes -sentimos- por rellenar de distancia el hueco que de caricias invisibles está repleto.
no te engañes. no hay vacío. no hay distancia. no hay olvido.
di adiós solamente, así de simple, con una mano al aire. no finjas alegría ni hables de deseo contenido cuando lo único que contienen tus ojos es amor líquido, es llanto de tristeza. tristeza de dejarme, tristeza de olvidarme.
yo no soy tan presuntuosa. yo voy a llorar a ratos, con gotitas pequeñas que apenas alcanzarán a llegar a mis labios, porque lloraré por dentro mientras te diga que te quiero y que te extrañaré y que te deseo una vida feliz, con una mano al aire, diciéndote adiós. ahora sí, para siempre.
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