soliloquio

sé que te he abandonado. una disculpa no basta, lo sé. y pensar que eras tan mío que ni siquiera te pensaba. no creía tener que cuidarte, que atenderte, que pensarte, que quererte. allí estabas y no estabas solo, además. no sé qué tormentas aglutinaron en mi cabeza las ideas salvajes de abandono y dolor. de obsesión e indiferencia. y te quedaste solo. el otro, más débil que tú, se retiró de la lucha en contra de mis locuras, asustado, temiéndome. salió lastimado y yo, ciega total, abrumada por un desconocimiento confuso y gigantesco, no me percaté de que fui yo quien lo lastimó, quien lo dejó ir. ahora quedas tú, aún tú, fuerte y luchando a solas contra las tormentas y huracanes de mis neuronas y de mis células. te he lastimado más que a nada porque eres tú quien ha permanecido inmóvil, a mi lado. yo, en mis ataques, he perdido la poca cordura que a veces logro tener y he terminado atacándote a ti, atacándome a mí. atacando todo lo que yo soy en pos de un ataque a una nada, a un otro que no existe, a la coexistencia aparente de vidas pseudoentrelazadas. nunca me he reventado las venas ni mi cuello ha sido torturado por sogas, ni mis intestinos rellenos de píldoras mortales. pero nada de eso ha hecho falta ya que mis pensamientos son lo suficientemente letales como para irme acabando poco a poco. ya se fue uno. tú sigues en pie de lucha. y no eres el único a quien he lastimado. allí están, junto a ti, quienes han sido fieles a pesar de mis revanchas ciegas y absurdas. no puedo pedirte perdón, no es suficiente. puedo decirte tan sólo que te quiero y no quiero que me abandones. que he de comenzar nuevamente la lucha muchas veces ya ganada y otras tantas perdida, pero cíclica gracias a esta inestable mirada. gracias por no haberte ido. sigue de mi parte coronarte en tu pequeño altar. primero tú y tu universo, después, lo que venga.