vociferando rayas en la luna, pretendo dibujar las mieles de mi esencia. que pérdida de tiempo, ¿pero qué pasa, qué pasa? no sé qué demonios decir en la sala de tránsito del estado. yo soy la encargada del proyecto del porvenir entusiasta y ni idea tengo del color de la blusa del delegado de ponencia.
espero estrechar manos con la llaga grande, y milla se aparece celándome, es tan seria la pobre. hermosa diva que interrumpe mis divagaciones. este gato que perfora las mesas y yo que sigo sin entender el porqué de las cosas y las mentadas de madre.
estoy algo estresada, ya se acerca la hora. sigo aquí vestida y alborotada. no tengo pretensiones de alcurnia, pero sigo insistiendo en lavar mis pecados con el estropajo del castigo, para darle textura a mi alma somnolienta. este sol que no irrumpe casi en la ciudad caliente, no le hace nada a los espejos. no le hace nada a mis ojos.
y desesperada en mi propia letanía del amor olvidado, sigo y sigo divagando en esta penumbra sonriente. el día ha terminado y la noche se ha ido, quiere decir que no vivo. no hay tiempo necesario para la transfiguración del océano. quiero y no quiero ser la diva de la noche. me muestro entre las rosas sangrantes y soy la espina del rosal más salado. del mar más perfumado. no suelo hacer este tipo de confesiones, pero me siento particularmente atraída esta noche por la luna menguante y el conejo de pascua sin cabeza. esta sangrando la vida, y yo, y yo... vaya, como siempre, tan sólo cantando.
¡que desperidicio de tela! ¡pero dios! no puedo creer que la sultana haya regresado de sus lares lejanos sólo para verme pisoteada. no se saldrá con la suya. y no puedo evitar mantener el hilo conductor de una historia perlada y nítida, como crema de rocío en la fresca mañana. sigo manteniéndome aquí y constantemente sensata. por más que trato de perder angustias, y los aretes que, arrojados a la tina del baño se deshacen, no me sirven de nada en este momento.
las lagunas se cruzan y forman tormentas en la tierra. sigo pretendiendo ser esa. y sólo soy ésta. que extraño...
mañana amaneceremos mejor vestidos, supongo, y las ostras que cene esta noche me levantarán de mi tumba y me llevarán volando al paraíso de sus piernas. allí estará mi diosa enternecida por mis dolidas carnes. me besará las pieles y renovará mis ojos. y yo, perdida figura eterna, cándida doncella estupefacta, no dudaré en entregarle lo que me reste. al fin que lo habré perdido todo. ¿qué más dá la tertulia de esta noche si he de morir en sus brazos?
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