Tenemos en común el camino.
El resto de la vida no existe.
Vengo contando los pasos y los números se confunden con los tuyos.
Se multiplica el golpeteo de los zapatos sobre el cemento.
Se encuentran nuestras miradas. Se acercan nuestros cuerpos.
A corta distancia te miro, sin alcanzar a observarte.
Tu rápida mirada se pierde en un frente invisible para mí.
Mis ojos quieren seguir pegados a tu rostro, a tus hombros,
pero detengo los impulsos y digo un saludo nervioso.
Respondes y aceleras el paso.
Sé que no es por huirme, sé que es porque te altero,
porque la ansiedad te gana al mirarme,
y aprietas el paso para terminar con los nervios,
o para apresurar el momento de encontrarnos cerca de la puerta.
O porque se hace tarde y debes comenzar a trabajar, simplemente.
De cualquier forma mis ojos te siguen, pegados a tu espalda húmeda,
hasta perderte al final del vestíbulo.
Deseo seguirte y compartir tu espacio, pero debo entrar a mi oficina
y no hablar más de lo conveniente.
8:55 a.m., hora de comenzar a trabajar.
Sin oportunidad de preguntar ni siquiera tu nombre,
me pierdo entre anotaciones, llamadas y fechas programadas,
imaginando un encuentro más cercano esta misma tarde, o mañana.
Un encuentro imposible.
Conformándome en realidad con encontrarte algunas mañanas en el vestíbulo,
coincidiendo contigo en tiempo y espacio,
añorando coincidir también en cuerpo y espíritu.
6 comentarios:
Qué chilo escribes :D
decidete y hazlo... sin temos... sin reservas... avientate al avismo... k lo uniko k podria pasar es k toparas kon suelo... pero d ahi el kamino es solo pa' arriba...
un saludo!
yo no mas puedo decir... irela!!!!!!!! es ajoelia heee
wow... anda lanzate..
hola
soy el shiko estereotipos aki nomas pasando a saludar
see ya girl!
Publicar un comentario